Introducción
En la tradición ortodoxa, la distinción entre saber sobre Dios y conocer a Dios no es una simple diferencia semántica, sino una cuestión fundamental que define el verdadero sentido de la teología. Saber sobre Dios implica información, ideas, conceptos. Conocer a Dios, en cambio, es participar de su vida, entrar en comunión con Él a través de la oración, la ascesis y la gracia. Esta diferencia es tan radical que los Padres de la Iglesia la ven como la que separa al teólogo verdadero del simple académico. Como escribió San Gregorio Nacianceno:
“No se trata de decir cosas sobre Dios, sino de ser iluminado por Él” (Or. 27.3, Discursos Teológicos).
1. Saber sobre Dios: el Conocimiento Racional y Sus Límites
El saber sobre Dios pertenece al ámbito del logos, es decir, del discurso racional. Es el tipo de conocimiento que se adquiere mediante el estudio de la Sagrada Escritura, la teología dogmática, la historia de la Iglesia y la reflexión filosófica. Este conocimiento es necesario, pero no suficiente.
San Basilio el Grande advierte que el pensamiento humano, por sí solo, no puede captar la esencia de Dios. En su obra Contra Eunomio, rechaza la pretensión de que la mente humana pueda definir a Dios con conceptos precisos. El mismo San Agustín, aunque no ortodoxo en el sentido estricto, expresó este límite cuando dijo: “Si lo comprendes, no es Dios” (Sermo 117).
Por eso, la Ortodoxia insiste: Dios no puede ser contenido en definiciones. El lenguaje teológico auténtico es siempre apofático, es decir, reconoce que todo lo que decimos de Dios es por analogía, no por comprensión directa.
2. Conocer a Dios: la Experiencia Directa y la Comunión
A diferencia del saber, el conocer a Dios (γνωρίζειν τὸν Θεόν) es un acto relacional y experiencial. En la Escritura, conocer implica intimidad y unión, como en el caso de Adán que “conoció a Eva” (Gn 4,1). Del mismo modo, conocer a Dios es entrar en una relación viva con Él.
San Simeón el Nuevo Teólogo es uno de los exponentes más radicales de esta doctrina. En su Himno 1, declara:
“Dios no es conocido por la mente, sino por el Espíritu Santo, que habita en el corazón purificado”.
Este conocimiento es existencial, transformador y místico. No es el resultado de una deducción lógica, sino de una vida de oración, humildad y gracia. Por eso San Gregorio Palamás distingue entre la esencia de Dios (inconocible) y sus energías divinas, por las cuales Dios se hace accesible al alma (Triadas, III.1.29).
3. La Teología de la Participación: Ser por Comunión
La diferencia entre saber y conocer se refleja en la concepción ortodoxa de la salvación como participación (koinonía) en la vida divina. La finalidad del ser humano no es saber más sobre Dios, sino ser transformado por Él, alcanzar la teosis, es decir, la divinización.
Como enseña San Atanasio:
“Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera dios por gracia” (De Incarnatione, 54).
Este proceso no depende de la acumulación de saber teológico, sino de la transformación interior. De ahí que los santos, incluso los analfabetos, son considerados teólogos en la Ortodoxia, porque han conocido a Dios cara a cara, como Moisés en el Sinaí (cf. Éx 33,11).
4. Consecuencias Pastorales y Académicas
Esta distinción tiene implicaciones concretas. En el ámbito pastoral, invita a cultivar la oración constante, el silencio interior y la humildad. En el ámbito académico, exige que el estudio teológico sea un acto litúrgico, realizado con temor de Dios y en comunión con la vida eclesial. Vladimir Lossky afirma categóricamente:
“No hay teología sin santidad” (Teología Mística de la Iglesia de Oriente, p. 14).
Cualquier intento de estudiar a Dios fuera de esta dimensión espiritual corre el riesgo de reducir la teología a una ideología religiosa, privada de vida, de belleza y de verdad.
Conclusión
En la Ortodoxia, saber sobre Dios es una etapa preparatoria; conocer a Dios es el fin último. Uno puede saber mucho sobre Dios y, sin embargo, estar alejado de Él. Pero quien lo conoce, aunque no sepa explicarlo, está unido a la verdad. Por eso, el verdadero teólogo es el santo: el que ha orado, el que ha llorado sus pecados, el que ha amado a Dios con todo su ser. No basta con hablar de Dios; hay que vivir en Dios.
Bibliografía
- San Gregorio Nacianceno, Discursos Teológicos.
- San Gregorio Palamás, Triadas en defensa de los santos hesicastas.
- San Simeón el Nuevo Teólogo, Himnos espirituales.
- San Basilio el Grande, Contra Eunomio.
- San Atanasio, Sobre la Encarnación del Verbo.
- Vladimir Lossky, Teología Mística de la Iglesia de Oriente.
- Kallistos Ware, La Iglesia Ortodoxa.
- La Filocalía de los Padres Népticos, vol. I.